Su mujer intentó detenerlo. No pensando que esa bebida fuera quien se lo quitaría. Antes pensó en probablemente en siete mujeres. Ninguna de ellas. Y es que hay algo que él no tenía a diferencia de aquellos que bebían como él o incluso menos. Era el cuerpo. Lo físico.
Después de beber sin querer durante dos semanas, decidió dejar de hacerlo. Pero no pudo, pues había festividades, rupturas y razones tanto para celebrar como para llorar. Así que lo hizo por unos últimos cuatro días.
Primer día, acompañado de un amigo que hacía mucho que no veía. Debía trabajar al día siguiente así que eso lo cansó.
Segundo día, visitaría a un amigo frecuente pero que su hijo recién nacido no daba muchas oportunidades.
Tercer día, la mujer que amaba lo dejó por un pleito que como muchos, empezó por una estupidez y pasó lo que pasó.
Cuarto día, festividad nacional. Esta vez estaba sólo bebiendo su preciado Tequila. Con una de esas canciones que te hacen ver todo en cámara lenta y con una melodía que sólo depara algo malo.
Disfrutó todo lo que pudo esa última canción. Massive Attack.
Ese dolor que tal vez debía haber atendido antes, no le dio más tiempo. Creyó que dormiría un poco para luego seguir tomando. Pero ya no despertó.
Ahora muerto, daría lo que fuera por un trago más. Un último. Y recuerda esa canción tanto con aprecio como odio, que le quitó las oportunidades que aún tenía.
O fue él...