miércoles, 10 de julio de 2013

My first hurt song in years

Remember me when he’s walking by your side
‘Cause the truth Darling is I’m better than he’ll ever be

The time we walked the streets together
Hunt me like the ghost of the kid I ones was
And the times we said I love you
Will never leave my broken heart

The times that I hurt you were the only times that happened
Because you gave and lost, and so did I
But the times turned ugly despites your love and mine
Until the time to say goodbye took us by surprise

Chorus
So remember me when his lips meet yours
While I’m weeping because of the course
Then I’ll follow you till’ the end
Just because we were never good friends

We danced, kissed and shined
Like with no one like before
But the love is just never enough
Should we forget it like it will happen no more?

So the times we fucked in my front seat car you’ll erase
‘Cause the one who hurt was me and no one else; you will fill it with your boys and friends
But take me in your purse, your eyes and your soul
 
So you can never let me go
So I can never let you go

Chorus
So remember me when he meets you at your door
While I’m weeping because of the course
That exiting were never the same
Then I’ll follow you till’ the end

Remember me when you’re walking down the aisle
‘Cause the truth darling, is you were suppose to be my wife
So please baby, remember just me
‘Cause I may not be better than him
But despite the pain we were good together

And I’ll be waiting right here
And you’ll never be happy

jueves, 11 de abril de 2013

Shake it out (Part 3)

“Si piensas lo suficiente en algo, termina por perseguirte más que acompañarte. Suficiente culpa de provoca cáncer o sólo una profunda infelicidad. Tan profunda ella que te impide ser tú. Una disculpa tardía nunca es suficiente, así que mejor decides hacer nada, contemplar tu autocompasión un rato más y luego intentar continuar.”

A su regreso tomó un mes más. Un montón de Cheer’s Darling más; sólo, tirado en el piso blanco y frío, con el Whisky que parecía nunca terminarse; en el departamento que con trabajos logró arrendar. Un cigarrillo tras otro mientras contempla su tristeza, despidiéndose de ella. Sus padres se han olvidado de él. Ella dejó hace mucho tiempo de estar. Y su arrepentimiento no deja de invadirlo. Estando ahí se pregunta casi las mismas veces que toma un trago cómo pudieron ser las cosas de haberlas hecho diferente. Y si, debió marcar dos o tres veces, pero siempre colgó. No era drama. Era necesidad.

 
Día treinta y él sabe que llegó. De todo lo mal que había hecho, esto lograría cumplir. El calendario está frente a él. Siente la necesidad de decirle algo, pero dejó de hacerlo al día 15. No tiene aún la fuerza para levantarse pero hay algo que lo hace darse cuenta; pasa su mano por su rostro queriendo espabilarse y se percata de que la barba comienza a crecer de nuevo. “Qué es ese olor?”. Nota que es él. Se requería muy poco para que volviera a caer, entonces respira. No hay última copa. No hay última fumada. Como antes lo hizo, una mano sobre el suelo helado, la otra en su rodilla y se pone de pie. Un largo baño entre gotas y vapor. Y es entonces que sucede, llora por primera vez desde que tiene memoria. Nada va a regresar.

Después de múltiples intentos, por fin encuentra un trabajo. Por supuesto que no es lo que había imaginado, pero le permitirá sobrevivir a sí mismo. Traje oscuro, camisa blanca y corbata al gusto. Todo está bien. Un par de compañeros y no le son insoportables. Todo bien.

 
Es una tarde soleada por el parque camino al que ya es su hogar…

 
Él nunca fue de la idea de que cualquier cosa puede pasar. Lo que había vivido, estaba es sus manos. Su ahogo corría a responsabilidad de esas dos palmas y siempre lo tuvo claro. Pero fue ese momento que lo hizo cambiar, pasara lo que pasara. Habían pasado casi tres años desde ese entonces. Él no era el mismo y ella tampoco.

 
…metido en sus pensamientos, levanta la mirada. La luz se filtra entre las ramas y las hijas de los árboles que lo rodeaban. El viento sopla delicadamente. La tarde es naranja. Se le va el aire de golpe. Ahí está ella. A unos metros frente a él. Se detiene por completo, no alcanza a mover ninguna parte de su cuerpo. Ella aún más hermosa de lo que era antes. Su vestido de verano volaba suavemente mientras ella caminaba mirando o leyendo unos papeles. Fueron sólo un par de segundos para que ella también levantara la mirada y viera al otro lado. Se detiene. Él puede notar como respira hondo. Y aunque lejos, se miran directamente a los ojos.

 
Pronto, ella le sonríe. Da un paso hacia delante dirigiéndose a él directamente. Él tarda en reaccionar, se acomoda la corbata y el saco, y corresponde caminando para encontrarla a medio camino. Ella ríe, pues lo nota nervioso. Esa no era la reacción que él esperaba en todas esas veces que imaginó que esto pasaba, acostumbrara inclinarse a que lo ignorara o a una cara dura, pero no es momento de confiarse. Él aún no le sonríe.

Están ahora uno frente al otro. La ve a los ojos. Repasa toda su cara con detenimiento; nariz, boca, piel, cejas, cabello. Es ella. Lo mira con la misma sonrisa y sabe que él está mirándola a detalle y se lo permite. Alguien tiene que abrir la boca. Sabe que lo tendrá que hacer ella.


-   Pasó mucho tiempo – dijo la ahora joven profesional.

 
Pos u cabeza sólo pasaba una canción que decía <>. Y mil cosas le pasaron por la cabeza de lo que le gustaría ser y haber sido más que él mismo y después de un momento contestó.


-   Mucho fue – suspiró y sonrió por fin.

-   Traes puedo un traje? – le dijo en tono burlón tomándolo de la solapa – Eres ahora un hombre nuevo? Supe que estuviste de viaje un tiempo.

-   Un largo tiempo. Y raro, – contesta como lamentándose y tirando de su cabello – pero estoy de vuelta y bien vestido.

 
Ella nota que está nervioso. Pero ahora sabe manejarlo y sin saber por qué se comporta de manera coqueta. Se preguntaría un tiempo después el por qué reaccionó así, y no podrá contestarse.

 
-   Vestido, llamémosle, el detalle del traje sí te hace lucir diferente pero probablemente podrías afeitarte.

-   Acabo de iniciar, entonces me estoy acoplando, ya sabes que nunca me vi en una oficina – le contesta ya mucho más relajado y tratando de comportarse de forma casual aunque por dentro ardía en ansiedad.

 
Después de un breve silencio ella continúa.


-   Y hacia donde te dirigías?

-   A casa, está cerca de aquí. De hecho, este es  mi camino de todos los días a la misma hora; nunca te había visto, pero noto que vamos en sentidos opuestos. Trabajas o vives por aquí? Puedo… - no termina la oración.

-   En realidad no vivo tan cerca de aquí, pero si hay un lugar que me gusta y hacia allá iba.

 
Inmediatamente él imagino que tendría una cita. Inmediatamente ella complementó.


-   Aunque pensaba ir sola. Quieres… - esperó a ver si él entendía que lo invitaba discretamente.


Entendió, pero la duda le impidió darlo por hecho. Sólo metió las manos a sus bolsillos y asintió con la cabeza.


-   Ya veo – dijo.

-   Si quieres puedes venir conmigo. Digo, si no estás muy ocupado.

-   Sonriendo responde – No, no lo estoy. Vamos. - Una sonrisa delicada y la cabeza gacha –.


Él no le preguntaría a donde va, ni de dónde viene. No era importante más, y tampoco sabía qué sucedería a partir del primer paso al lado contrario del que él se dirigía. Sólo esperaba nunca volver a pensar que podría vivir sin ella un día sin su cabello entre sus manos; si es que recibía una segunda oportunidad. Sacúdetelo.

Dan la vuelta y caminan perdiéndose entre la gente. Niños. Adultos. Mascotas. Ella camina a su lado pero no se miran, sólo al frente. Sin expectativas. Sin pasado. Sin él. Sin ella. Caminando uno a lado del otro, y al frente.